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A ver. Me lo explicas otra vez, compadre, porque no me entiendo. Hay un niño
ahí abajo.
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Sí, señor Alcalde. Tendrá diez o doce años el mozo.
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Y no quiere salir.
Remigio,
como ya caían las y pico del mediodía y preveía que la cosa podía ir para
largo, se refrescó la calva con la jarra de agua antes de seguir dando parte al
caudillo.
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Mire; esta mañana temprano el Abelardo el Calabazas, camino del huerto de él,
escuchó como algo así vivo en el pozo seco este. Se asomó y vio al zagal.
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¿Y quién es, Remigio?
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Pues mire que le diga a usía, no lo sé. El Abelardo le preguntaba pero no le
respondía a eso. Hizo venir a su mujer, la Clotilde la Manca, que como sabe
usía se conoce a todo el pueblo hasta por las uñas de los pies…
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Al grano, Remigio. Cagondiez.
Remigio,
servil y temeroso de Dios, del Rey y del Alcalde, apretó su gorra con ambas
manos y la retorció como si fuera el cuello de un pavo en Nochebuena.
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Que por la voz no lo conocía, sire. Que no era del pueblo, vaya.
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Vale. Y luego qué.
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Pues el Abelardo llamó a Manolo el Alambres, que tiene buenas cuerdas de cuando
ata a las reses. El que vive en…
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Remigio.
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Que vino y le echaron una cuerda al mozo. Y se quedaron ahí esperando un rato,
y le dijeron que si no querría una ayudica para subir. Una manita.
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¿Y?
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Que dijo que no, que no quería subir. Le replicó la Clotilde “pero va, buen
mozo, que te vamos a salvar”.
Volvió
Remigio a hidratarse las consecuencias de la alopecia. El Alcalde se asomó al
pozo seco y negro.
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Esto parece la boca de mi perro, Remigio. Del dogo. No se ve nada.
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No, vuecencia. Esto es ceguera por zonas, oiga. No hay fondo. Por eso no quería
bajar el Abelardo.
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Total. Que no quiere subir. ¿Y por qué, qué le pasa?
Remigio
echó un poco de agua en la gorra y se la llevó a la cabeza. Echó otro vistazo
al interior del pozo y se encogió de hombros, tentado de escupir dentro, que
cuando era chaval recordaba medir bien los balates y los barrancos sin
mirarlos, escuchando solo la saliva contra la piedra.
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Pues dice que en todo caso tendríamos que bajar… que él tiene que salvarnos a
nosotros.